¿Referencias, influencias? Sí, muchas y todas buenas. Es obvio que este disco se ha nutrido de discos clásicos y que quizá por ello él mismo suene a eso, a clásico, desde la primera escucha. Tenía que decirlo nada más empezar.
Nunca he tenido mucha fe en las notas de prensa pero si lo que pueda decir aquí consigue despertar la curiosidad de alguien, adelante. Fino Oyonarte, así, con su nombre propio, con su foto en la portada, ya no es Fino el de Los Enemigos o el de Clovis. Y parece que hace mucho que no lo era porque la soledad musical le sienta de maravilla. Mientras escribo acabamos de empezar febrero y quizá sea prematuro, porque sé que habrá grandes discos, pero esta es mi apuesta para aquello de mejor disco del año. O mejor debut. O mejor algo. Me ha costado recuperarme del impacto de la primera escucha, de asimilarlo, de darme cuenta de que estamos ante un disco precioso, de esos que estarán ahí siempre. La primera escucha de Afortunado, la canción que abre el disco, fue a través de los cascos de mi pareja; tenía el volumen tan alto que podía incluso entender cada palabra, aunque no sabía a quién estaba oyendo. Dejé que terminara para poder escuchar la canción entera, y le interrumpí antes de que empezara la siguiente para calmar mi curiosidad –en maltrecho estado últimamente…– ¿Fino? ¿Nuestro Fino? ¿Me dejas oírla? Madre mía.
¿Mi favorita este día en el que escribo esto? Diría que a cada rato una. Empecé con Atrapado. Después fue otra. He pasado ya por unas cuantas. Mi hijo de diez años me pide habitualmente: Ama, pon el de Fino. No sé muy bien por dónde empezar pero no puedo evitar fijarme en las letras del disco, y no sólo por el contenido sino por la en ocasiones extraña e hipnotizadora manera de encajar las palabras, la métrica. Algunas armonías que enseguida te dejan estirando el cuello para no perder detalle. Y una voz limpia y clara que no sólo te deja absorta por lo que dice sino por una especie de mantra que te envuelve. Nueve canciones que son una tranquila rebelión, un conjunto que resulta difícil dejar de escuchar.
Un disco distinto. Distinto por muchas razones. No es el debut de alguien que acaba de empezar en esto. No es el disco en solitario del frontman del grupo que se ha disuelto. No es el primer disco de quien hace ruido para hacerse oír. No canta lo que queremos oír, no habla de lo que hablan los demás. Hay que estar atenta. Se parece más a un diario de un tiempo amplio, no de unos días concretos, es el diario de una etapa, de un tiempo más extenso y nos lo cuenta con la tranquilidad de saber que es algo muy pensado y revisado, de algo que es importante, hay reflexiones, confesiones sin red, hay confianza, visión de futuro, hay alguien que sabe bien qué hay detrás de esas canciones, una apuesta sin riesgo al tener todas las cartas. Alguien con cabeza que también se demuestra sabiendo a quien acudir para ayudarse a sacarlo adelante, a potenciarlo con una instrumentación perfecta con sus ritmos de batería suavemente atípicos, unos arreglos de cuerda y viento que nos lo acercan aún más. A veces me he quedado enredada en los arpegios, en los bucles, en los pianos, en muchos detalles en los que casi aseguraría que ni él ha reparado pero que te mantienen alerta y enlazada a las canciones.
Podría citar trozos de los textos, podría también transcribirlos enteros. Cada uno de ellos es una muestra de cómo hacer bien las cosas. Tampoco tiene tanto truco. Se trata de decir las cosas sin pretender trascender, no escribir más que lo que pasa por tu mente y hacerlo de forma sencilla, natural. Parece fácil, pero no debe serlo a juzgar por lo que se escucha por ahí. Por dónde empezar, de qué sirve esperar. Hay canciones que comienzan varias veces, hay otras que desde el principio te agarran, verdades reveladas como una segunda oportunidad, hay estampas de esas que se presentan claras y que parece mentira que no hayas pensado antes en ellas, hay resplandores instantáneos y voces alrededor, hay una gran determinación, golpes de realidad, recuerdos que había que dejar escritos y contados, los días pasan volando y hay que hacer, dejar hecho y también atado, voluntad y talento natural, piezas que se recomponen y ocupan su espacio, el que estaba reservado para ellas y esperaban a que Fino Oyonarte llegara con su primer disco y las colocara ahí para nosotros.
Irantzu Valencia